Jodida, pero no sorprendida

Y de la soledad.

Hace unos meses, en la Feria del Libro de Madrid, vendí un libro. No el mío, otro. Se titula ¿Dónde está mi tribu? y su autora es Carolina del Olmo. Lo más gracioso de todo es que no he leído el libro (lo tengo pendiente, eso sí).

El señor de la editorial En clave intelectual, que es quien edita el libro, que allí estaba empezó a glosar a una señora que curioseaba el contenido del libro. Y allá que fui yo, a meter mi discursito subversivo que puede resumirse en que «la culpa de todo es del capitalismo y del patriarcado». El libro explora las dificultades de la crianza en la sociedad actual, en la que ya no hay tribu: las mujeres criamos solas. Si hay suerte, contamos con nuestras madres o suegras. Si hay mucha suerte, con el padre de la criatura. Perdon't.

No ha habido tiempos como estos para criar. (Nunca hay un tiempo como otro, claro). A mi abuela paterna se le murieron 5 hijos. A mi abuela materna una, que yo sepa (porque de eso me enteré hace poco y de aquella manera) y, de los que le han llegado a adultos, dos de ellos, especialmente uno, lo ha hecho en unas condiciones de vida bastante duras. Imagina ser autista en los años 60 Pero había una cierta tribu. Los patios, las corralas, las calles, los barrios. La madre de un amigo me habló más de una vez de una «tía» suya, que no era más que una vecina que ayudó a criarla. La abuela de mi pareja nombra a veces a una querida amiga, con la que entabló relación porque sus maridos eran compañeros de trabajo. Yo, cuando me he planteado la maternidad, me he respondido que no podía porque asumía que iba a tener que hacerlo sola. Y hacerlo sola tal vez sea posible, pero es algo heroico y no estoy yo para heroicidades.

Estamos muy solas (y muy solos, pero voy a usar el femenino genérico, porque why not). No voy a entretenerme a contar el drama de elegir quién iba a ser mi contacto de emergencia después de romper una relación larga. A quién le iba a encomendar el marrón de acudir al hospital si me pasaba algo o de identificar mi cadáver. Porque menudo marrón. No es que no tenga amigas, es que pienso en ellas, en sus vidas frenéticas y/o precarias, en sus energías al límite... Y no soy capaz de pedirles nada. Pienso en quién me acompañaría al hospital si tuvieran que darme un tratamiento largo, o hacerme pruebas difíciles. Y no sé a quién se lo pediría. Diría que me siento sola, pero no creo que sea un mero sentimiento. Creo que, pasado cierto límite, estoy sola. Eso no significa que, en caso de necesidad, no vaya a haber quien dé un paso adelante. Quiero pensar que lo habría. Pero a qué coste para ella. O para él.

Estoy pensando mucho en la soledad desde que ví la película All of us strangers, tengo que reconocerlo. Me arañó todos los miedos. Y se nota. Pero es que estoy convencida de que, y sé que me repito, estamos muy solas.

Y la culpa es del capitalismo, que nos ha atomizado, que nos ha robado las energías y el tiempo de trenzar redes, de tejer comunidades.

Y la culpa es del patriarcado, que ha depositado el peso de los cuidados en las espaldas de las mujeres, lo cual ha hecho que se entiendan como algo menor (salvo cuando da dinero, claro: cocinear todos los días para alimentar un familia es una chominá, pero nojequé de las estrellas michelín).

Pero la soledad, en sí misma, merece formar parte de mi lema. Tiene entidad propia, casi sustancia. En los últimos tiempos creo que puedo palparla en las relaciones de las personas, en sus estados de ánimo, en cómo reaccionan cuando piden una cita o esperan un paquete. Y los que más solos están son los más vulnerables: las migrantes, las precarias, las enfermas, las de los márgenes. Hoy leía en el monográfico de cuidados de la Revista Píkara un artículo en el que hablaban de la asistencia personal para personas con problemas de salud mental, y describía la cara de desolación de estas personas cuando se hablaba de las redes de apoyo y cuidado. «¿Qué redes?», parecían decir. Y creo que aunque hubiese menos capitalismo y menos patriarcado, esto no se solucionaría. Porque las raras, las desarraigadas, las locas... siempre estarían más solas.

Este post, el primero de este blog, no tiene mucho más, no va a ningún sitio profundo. Solo escribo, porque puedo, porque me apetece. Porque he identificado a otro jinete del apocalipsis. Así que ahora mi lema cambia.

La culpa es del capitalismo. Del patriarcado. Y/o de la soledad.

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Comments
  1. Lau Hz — Jan 9, 2025:

    Aquí sí se puede dejar comentarios 👀 Antes había más tiempo libre para crear esos lazos de tribu, puto capitalismo 🔪

  2. jodidaperonosorprendidaJan 10, 2025:

    Eso desde luego, Lau. Pero los raros, los enfermos, etc etc... Siempre estamos más solos. También es verdad que si tuviéramos más tiempo y energías podríamos buscarnos...