Hoy me he cruzado en el supermercado, ya harta del día y de la semana (y aún queda el viernes) con el hermano de mi expareja y su esposa. No son personas que me cayesen nunca particularmente bien, pero durante el tiempo que tuve que hacerlo fui tremendamente cordial. Supongo, no sé, que lo de no gustarnos especialmente era mutuo. Tampoco me importa. Hoy todos hemos fingido no vernos o, mejor dicho, no conocernos y, honestamente, ha sido un alivio. No estaba yo para improvisar reacciones a situaciones incómodas en ese momento.
Pero como mi cabeza funciona como funciona, he pensado en la gente de esa familia que sí me caía bien y en como ahora no somos nada. Y me muero de la pena. Lo de que personas a las que has querido se conviertan en extraños de un día para otro es uan cosa que me desequilibra enormemente.
Y luego, claro, la cosa se ha puesto peor, porque para qué me voy a dar tregua, ¿verdad? Y he pensado en la penita que doy: la niña que he sido y que, para bien o para mal, sigue viva en mí, no tuvo ni tiene una familia ni medio funcional así que se va metiendo bien hasta el fondo en las familias de sus parejas. Je. La sed de amor, que es malísima. Pero claro, esas familias no son mi familia. Nunca llegan a serlo. Soy usufructuaria, no propietaria. El usufructo es el derecho al goce o disfrute de algo sin alterarlo durante el tiempo que el propietario estime. Pues bien: mi disfrute de esas personas acaba cuando la relación sentimental se acaba. Y esto, que supongo que todo el mundo ve lógico, a mí me parece de una crudeza inaudita.
Y, por supuesto, está el miedo: que vuelva a pasar, que estas personas a las que ahora quiero y que parecen quererme decidan, de un momento a otro, que ya nada.
Es doloroso sentir que vas por la vida siendo casi siempre el +1 de alguien (gracias infinitas a quienes me quieren por mí, sin más).
Y te da pena… Lo que produce tristeza es no tener “sed de amor”. El amor es una necesidad básica que permite apego porque es un hermoso sentimiento que proporciona una intensa relación. Hay muchos casos en los que el vínculo que fija, se rompa y lleve consigo la afinidad con aquella familia próxima a la pareja. Volvemos, otra vez, al ámbito de las emociones. Hoy en día y dado como se plantean muchas parejas, hay que tener en cuenta la posibilidad de ruptura con lo que ello conlleva. El amor hay que cuidarlo y ponerlo en valor cada día para producir la necesidad mutua de tal raudal.