Jodida, pero no sorprendida

Sosteniendo la nota

La lucha de las oprimidas es agotadora. A veces se hace en grupo y es maravilloso: manifestaciones, jornadas, actividades grupales y demás nos hacen sentir que no estamos solas, que hay muchas manos, cabezas, cuerpos y voluntades dando la batalla por un fin común. Aunque no deja de ser duro, en esas situaciones me invade una sensación electrizante, como si me estuviera recargando de alegría o de esperanza.

Pero una no se sacude la condición de mujer, LGTBIQ+, racializada, pobre, migrante, discapacitada, enferma, etc. cuando se separa del grupo, cuando acaba la manifestación, cuando vuelve a su rutina. Las opresiones siguen y, por tanto, sigue la lucha. Y, como decía antes, es agotador tener que estar batallando todo el rato. Porque es TODO-EL-RATO: a medida que desnaturalizas tus opresiones no hay día que no tengas al menos una ocasión de partirte la cara (metafóricamente las más de las veces, pero no siempre).

Pasa con la condición de ser mujer. Cuando una es mujer y entra en la madriguera de conejo que es el feminismo, la caída no tiene límites. Una empieza a ver machismo por todas partes, pero no porque alucine, sino porque hay machismo por todas partes. El otro día, en un vídeo sobre autocuidado de la salud mental, relacionado con los riesgos laborales (esto es, un vídeo parte de un curso que me proporciona mi empleador) vi cómo el actor que hacía de jefe llamaba "cielo" a su empleada. Ya sabes, lo típico. Para muchos es una tontería y resulta que yo tengo la piel muy finita, pero es que no está bien. Y a lo mejor hay días que lo dejo pasar, pero otros no quiero, no puedo o no me apetece. Así que hice el comentario de rigor. Ese mismo día tuve que abordar una situación en clase: mis alumnos hacían bromas sobre prostitución y mis alumnas se morían de incomodidad. ¿Cómo voy a dejar pasar eso, siendo educadora? Venga, otra batalla, esta vez contra 15 adolescentos ante los que, bueno, supuestamente soy la figura de autoridad, pero que no dejan de ser 15 adolescentos, en grupo, viendo como sus afirmaciones de masculinidad (eso que les importa tantísimo) se problematizan delante de otras tantas adolescentas. Y podría seguir.

Lo hacemos en casa, con nuestras familias, lo hacemos en el trabajo, lo hacemos con nuestras amigas y amigos, lo hacemos en redes sociales. Estamos siempre con el disco puesto, siempre con la escopeta cargada. Insisto: es cansadísimo, pero ¿cómo abandonar la lucha? Es que no se puede. No podemos. Por nosotras, por las que fueron antes, pero, sobre todo, por las que están por venir (y aquí sí les incluyo también a ellos).

No, no se puede abandonar la lucha. Pero eso no significa que no podamos bajar los brazos de vez en cuando. No es extraño asistir a la retirada de alguna amiga o compañera cuando ya no puede más, cuando no le dan las fuerzas. Especialmente, cuando se da la batalla en redes sociales, ya que los ataques pueden llegar en oleadas que se hacen eternas, dependiendo de lo incómodo de tu afirmación y lo viral de tu mensaje. Por eso, como decía, a veces alguna de nosotras se retira un tiempo de la batalla. Incluso abandona algún ámbito del todo (como puede ser una determinada red social). Pero eso no es una derrota porque aunque muchas veces nos enfrentemos solas al problema, nunca estamos solas en la lucha. La sororidad (o, para el caso, la unidad en cualquier otra lucha) funciona como un coro. Un coro puede sostener una nota de manera infinita, porque cuando una de las personas integrantes tiene que parar a respirar, el resto sostienen la nota. Es una experiencia estupenda. Cuando cantamos O Frondens Virga (compuesta por Hildegarda de Bingen, que siendo monja sabía cómo es un orgasmo femenino mejor que muchos joseluises) es inevitable respirar porque el coro lo que hace es sostener una única nota en un "uuuuuuh" durante toda la canción para hacer de fondo de las solistas. Pero cuando respiras lo haces con total confianza, sabiendo que el resto te cubren, igual que sientes tú que estás cubriendo a la compañera que se ha parado a respirar a tu lado.

Pues eso. Nadie puede luchar todo el rato, pero ahí estaremos el resto, las que sí podamos, sosteniendo la nota.

Thoughts? Leave a comment