Jodida, pero no sorprendida

Siempre he vivido en las historias

Como espacio habitable el mundo, así, sin más, siempre me ha parecido un poco meh. No sé si es porque nunca he entendido demasiado bien cómo funciona la generalidad de las cosas o si simplemente es que no he nacido para la cordura, pero desde que tengo uso de razón mi perspectiva sobre lo que me rodea ha sido una especie de realismo mágico. No descarto haberlo hecho como una forma de escapismo: mi vida, y supongo que la de casi cualquiera, habría sido intragable sin un algo de fantasía.

Si tengo que preferir, me quedo con la lógica de las historias. En el día a día mundano los malos ganan con frecuencia, los inocentes sacrificados no son vengados, la justicia es prostituída en boca de los injustos, las personas de corazón puro y noble son vilipendiadas y parasitadas, los tramposos medran y los honrados se quedan atrás... En fin, hay excepciones y, supongo, esto podría cambiarse si nos pusiésemos todos de acuerdo en cambiar la narrativa, pero me da la sensación de que la mayoría no está por la labor.

Y, para qué voy a engañarme, la realidad, con frecuencia, me ha traído más dolor y desencanto que otra cosa. Así que he solido vivir en las historias más o menos basadas en hechos reales que he ido construyendo. He idealizado, he romantizado, he fabulado y he fantaseado con cosas que, con bastante probabilidad, no iban a cumplirse (y que no se han cumplido). Lo he hecho asumiendo, de manera máso menos inconsciente, que la burbuja iba a pincharse, pero así suele ser: los cuentos se acaban. Lo único que había que hacer, si las circunstancias y la distancia lo permitían, era poner el punto y final en el lugar adecuado. Al fin y al cabo, toda historia tiene final feliz si sabes dónde parar.

Pero ahora no quiero que el cuento se acabe. No sé hasta dónde llega la realidad y dónde empieza mi inventiva, soy incapaz de decirlo, pero es demasiado bonito como para no haber salido, al menos en parte, de mi imaginación. Cuando caigo en la cuenta de esto recuerdo que, como he dicho, todos los cuentos se acaban y esa voz, mi propio villano interior, me dice que no hay más feliz que un final a tiempo. Y, por mucho que me apene reconocerlo, me dejo vencer, porque no creo que alguien como yo pueda ser la princesa de la historia, que los vaqueros puedan convertirse en un vestido encantado y las deportivas en zapatos de cristal y que, finalmente, lo que soñaba siendo una cenicienta más llegue a cumplirse. Ahí la pena me emborracha y no tengo la capacidad de seguir inventando, así que se lo pido a él, aunque cuente fatal las historias, aunque no tenga ni idea de lo que le pido realmente ni por qué: «Anda, cuéntame una historia. Una del futuro, del nuestro. Háblame de nuestra boda. Háblame de nuestra niña. Háblame de cuando seamos viejitos jubilados. Háblame de cuando vayamos a Venecia.» Y así espero a que se me olvide que no hay nada en mi vida exento de literatura, a poder volver a creerme mis cuentos de nuevo.

Esta vez la fantasía me está gustando tanto que me gustaría enloquecer para no tener que abandonarla.

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Comments
  1. José de Tomás — Dec 9, 2025:

    Combinar elementos fantásticos con la realidad cotidiana es una lluvia de flores que produce melodías coloridas. Esas sensaciones nos sirven, en muchas ocasiones, para cambiar la mirada y la percepción de las maravillas de las que no disfrutamos porque las tormentas de abrojos producen estallidos desagradables. ¿Por qué el estruendo nos produce tanto estremecimiento? Hemos de embebernos de una percepción ética y estética ante lo personal, lo social y lo mundano, en general, para que la coloración nos permitar despertar a la vida para existir plenamente y con intensidad. ¡Anda!

  2. José de Tomás — Dec 9, 2025:

    Combinar elementos fantásticos con la realidad cotidiana es una lluvia de flores que produce melodías coloridas. Esas sensaciones nos sirven, en muchas ocasiones, para cambiar la mirada y la percepción de las maravillas de las que no disfrutamos porque las tormentas de abrojos producen estallidos desagradables. ¿Por qué el estruendo nos produce tanto estremecimiento? Hemos de embebernos de una percepción ética y estética ante lo personal, lo social y lo mundano, en general, para que la coloración nos permitar despertar a la vida para existir plenamente y con intensidad. ¡Anda!