O, al menos, no todavía.
Que no, que no me muero es el cómic de mi amiga Mariache, que he acabado de leer hoy mismo y que os recomiendo muy fuerte a pesar de que, oh inyustisia, está tremendamente descatalogado. Pero, quién sabe, lo mismo hay suerte y lo encuentras en alguna biblioteca o similar. Me ha encantado y me ha sacado risas y sonrisas en momentos en los que tenía bien pocas ganas.
Pero ya llevo dos días sin querer morirme. Dos días enteros. Es un montón. Cuando ayer, a pesar de lo largo y ajetreado del día, de la reunión terrible de la tarde y demás, llegué a casa cansada pero serena casi no podía creerlo. No estaba contenta, no tenía un estado de ánimo positivo, pero yo estoy con Epicuro de Samos: la ausencia de dolor es un placer inmenso. Ya el día había empezado prometedor: me levanté calmada, tras haber dormido del tirón y profundamente (lorazepam mediante, el martes fue un día horroroso). De alguna manera estaba esperando que el día se torciese, pero no ocurrió. Y mira que es fácil que en situaciones así un día se tuerza.
Hoy el día ha empezado peor: anoche una leve punzada de ansiedad se me ancló al pecho y no fui capaz de deshacerme de ella, así que he dormido a saltos y superficialmente (el calor no ha ayudado, vaya otoño llevamos...). Cuando me he levantado la leve punzada de ansiedad seguía allí. No obstante una, que es una niña responsable, se ha encaminado al trabajo a ver qué cojones tenía pensado el mundo echarme encima hoy y, sobre todo, si yo iba a ser capaz de soportarlo. Pero se ve que sí. El día ha venido intenso, complicado, con imprevistos y ajetreo sin descanso y, a pesar de todo, aquí estoy, relativamente serena y sin querer morirme. Repito: sin querer morirme. Es cierto que la punzadita de ansiedad, que había desaparecido, ha vuelto, y que tengo algo tensa la espalda. Pero no quiero morirme y van dos días.
Voy a permitirme fantasear con que esto es el principio del fin de este túnel horroroso en el que llevo metida más de mes y medio. Voy a canturrear «024» de Tulsa subiendo la voz y sonriendo en la estrofa final. Y voy a desear con todas mis fuerzas que así sea porque lo que es esforzarme, eso no he dejado de hacerlo.
Cómo me gustaría hacer un monumento a mi fortaleza...
Ahhhhh que alegría. Por favor cuídate y sigue poniéndonos al tanto
¿Hacerte un monumento a la fortaleza? Yo, seguramente, esperaría el momento propicio de tal ansia. Utilizaría la robustez de la fortaleza para construir un baluarte (lleva un tiempo) con ese esfuerzo que te asalta. Parece que derrochas sensibilidades y nuestro alrededor existen un tonel de estímulos capaces de hacernos erigir momentos de alcanzar situaciones numerosas en nuestro entornos. Hay que salir al aire, desatar la alegria y llenar el universo con nuestras vidas. ¡Lo deseo para ti!