Como decía mi querida Gloria Fuertes en su poemario Poeta de guardia: "Hago versos, señores, hago versos". Lo hago de forma inevitable, porque es una de las maneras que tengo de ordenar mi mundo, mi experiencia. Y lo comparto porque en la poesía de otros he aprendido que nunca se está del todo sola si se encuentra refugio en un poema y, quién sabe, tal vez los míos puedan resguardar a alguien.
No obstante, cumplido ya el sueño de mi infancia de verme publicada, no anhelo el reconocimiento, ni quiero ver mis versos estampados en merchandising o que se usen en anuncios publicitarios. Me gusta que vivan fuera de mí, pero en hogares cálidos y acogedores. Y me gusta que se paseen por el mundo, pero llevados de la mano de alguien que nos quiera (a ellos y a mí): me gusta que me lean y que me lleven mis amigas.
Mi amiga Sonia ha bordado mis versos en bolsas, neceseres, fundas para libros y cualquier pedazo de tela que se le haya puesto por delante. Lo hace con cariño, pasión y mimo, porque le sale del alma. Mi amiga Coru ha caligrafiado mis versos con tintas preciosas y todo el arte que tiene en su cuerpo serrano, y lo ha hecho desde la comprensión profunda de lo que significaban. Mi amiga Sam ha decidido que las dos (Coru y yo) la acompañemos, bordando un verso mío en su flamante chaqueta bordada, expresión de todo su brillo y su originalidad indómita. Y me encanta. Me encanta que sean ellas las que nos lleven a mí y a mis palabras de la mano, de modo que, si alguien les pregunta, sean ellas quienes hablen de mí y digan: "¿Te gusta? Lo escribió una amiga mía". Siento que así, con sus hebras de hilo, sus tintas, sus lápices y otros útiles que para el ojo no entrenado no encierran magia alguna, consiguen mantenerme pegada a este mundo del que mi espíritu en fuga (esto es de Chantal Maillard) quiere escapar con tanta frecuencia.
Ay, esa es la aspiración!!
Lo mejor de la vida