Jodida, pero no sorprendida

¿Por qué lloras?

Pocas cosas más incómodas que el llanto. Creo que si nos encontrásemos a un grupo de personas follando en plena calle nos resultaría mucho más fácil mirar que si nos cruzásemos con una persona llorando. El llanto nos descoloca, nos hace conectar con nuestra propia vulnerabilidad y nos pone de frente con lo incomunicable: el dolor. El dolor es de las cosas más privadas e inefables que existen, no importa cuánto lo intente una: la otra persona puede llegar a atisbar cómo te sientes, pero nunca llega a saberlo del todo. Supongo que esa parecela de misterio queda en cualquier cosa que se comunica, pero el dolor parece tan importante...

Es cierto que no siempre se llora por dolor, pero supongo que el llanto suele llevarnos ahí. Sea por lo que sea las personas, por lo general, cuando ven a alguien llorando, parecen necesitar encontrar con urgencia un agujero bien profundo en el que meterse.

En ese sentido, soy una persona bastante incómoda que tener cerca (cuando cerca significa espacial y espiritualmente). Especialmente en los últimos tiempos. Lloro mucho. Muchísimo. Y no lloro más porque en el trabajo hago lo imposible y lo imposible por evitarlo (no es que a veces no me den ganas). Pero en casa... uf. Y lloro porque me duele mucho todo (no voy a entrar en detalles, esto se haría demasiado largo) pero también lloro por las cosas que atenúan un poco el dolor. Así que ando hecha una fuente.

Ayer me eché a llorar como una magdalena al leer la carta de una amiga en la que decía que hablar conmigo le aporta lucidez. Me tiré llorando un buen rato por eso. Pero claro, es que eso, para mí, significa mucho. Significa que hay alguien en el mundo a quien mi existencia le sirve, para quien, que yo exista, supone una mejora en su vida, por leve que sea. Y, qué te digo, con lo irrelevante que me siento últimamente en términos absolutos no me queda otra que agarrarme a estas pequeñas cosas que no son, en absoluto, tan pequeñas. Siento que, si desapareciera, la gente no me echaría mucho de menos,salvo alguna excepción. Así que intento sobredimensionar el peso de las excepciones, por mi propio bien.

Y se ve que ayer fue el día de las excepciones. Porque también me hicieron ver que se me echa de menos. Una amiga con la que no tengo demasiado contacto (ella empezó a descolgarse de las redes sociales, luego volvió, pero yo me estaba descolgando de esas redes sociales, después volvió a Substack pero yo enseguida cerré mi cuenta... En fin) pero con la que siempre he sentido una conexión especial me escribió un correo. Sin más, por nada: «Me he despertado esta mañana a las 5 pensando en que tenía que escribirte». Y así lo hizo. Me puso al día de su vida en los últimos meses, me contó algunos pormenores y me resumió su estado de ánimo. Poco más. Pero también lloré. Porque se acordara de mí, porque se tomara el tiempo de sentarse a escribirme, porque me contara pormenores de su vida. Porque alguien que no obtiene nada de mí, que nunca obtuvo nada de mí, me echase de menos y se acordase de mí.

En fin, que lloro por todo. Por cómo me duele lo hostil del mundo y por el alivio breve que me proporcionan los gestos de amabilidad y cariño, los momentos de conexión. Necesito un permiso laboral por motivos de llanto, a ver si me quedo vacía y a gusto de una vez.

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Comments
  1. Cabrónidas — Oct 8, 2025:

    Bueno, quizá solo David Bustamante, de cuando debutó en OT, ha llorado más.

  2. jodidaperonosorprendidaOct 8, 2025:

    Ya quisiera él.