Hoy he salido a hacer la compra por la mañana. Es curioso cómo cambia la ciudad a las distintas horas del día. Suelo hacer la compra los viernes por la tarde o los sábados por la mañana si no me queda más remedio, y ahí el ambiente es totalmente distinto: personas agotadas de la jornada laboral intentando quitarse una tarea más antes de encontrar algún resquicio de descanso. Tal vez sea así o tal vez lo proyecte yo desde mi situación, pero la cosa es que el ambiente es más acelerado, más ansioso, más apremiante. Por la mañana todo parece transcurrir con más quietud.
Comentaba estas sensaciones con mi amiga Mariache y le decía que me gustaba la sensación y que estaba deseando llegar a jubilada para hacer mis tareas por la mañana y que el resto del día me perteneciera. Ella me respondió hablando del derecho a la luz del día. Qué agudas mis amigas. Porque es así: deberíamos tener derecho a la luz del día, a consumir sol, a sintetizar vitamina D, en lugar de pudrirnos en el metro, las oficinas, los hospitales... Y sí, supongo que esto es hablar desde el privilegio de alguien que trabaja a cubierto, claro.
Entonces le solté la santísima turra, porque si saben cómo me pongo, pa qué me hablan: que los llamados Derechos Humanos son en buena medida, si te pones a rascar un poco, derechos de supervivencia al servicio del sistema. O al menos en eso los han convertido. ¿Derecho a la educación? Derecho a ser formado para ser útil al sistema. ¿Derecho a la sanidad? Derecho a mantenerte en un estado que te permita producir. ¿Derecho al descanso y a las vacaciones pagadas? Derecho a reponerse del maltrato del sistema para poder seguir funcionando. ¿Derecho a la cultura? Derecho a disfrutar de algo para que queramos seguir viviendo. ¿Derecho a la jubilación? Derecho a que no te dejen morir cuando ya no puedes producir (y una zanahoria en un palo para los que trabajamos), pero nada de derecho al disfrute y al tiempo libre mientras se tiene energía, que cuanto más se alarga la esperanza de vida, más atrasan la jubilación. Je.
No me malinterpretéis: benditos derechos humanos. Ojalá se cumpliesen y se respetaran todos y cada uno. Ojalá se hiciese sin retorcerlos para entrar en la lógica capitalista. Pero ojalá no solo tuviéramos derecho a sobrevivir con cierta dignidad. Ojalá existiesen los derechos para vivir con ganas, con gozo, con disfrute. Porque eso parece que sigue siendo una cosa solo al alcance de quien puede pagársela.
¿Qué otros derechos de vida gozosa, y no de supervivencia, se te ocurren? Tengo curiosidad.