Jodida, pero no sorprendida

El amor se dice

Hace tiempo, en otra vida y en otro blog, escribí una entrada titulada «El amor se hace». Hablaba en él de cómo el amor no es una cosa que te viene y ya está, sino que el amor es para quien se lo trabaja (o debería serlo, como la tierra). En el amor no bastan las palabras, son necesarios los actos. Pero claro, es que las palabras sin actos que las acompañen se parecen bastante a las mentiras, ¿no?

Ahora ando leyendo bastante sobre el amor. En concreto, entre otras lecturas, ando enredada con El amor es imposible, de Darío Sztajnszrajber. He llegado ya a la tercera tesis, que se titula así: «El amor es imposible porque es inefable». En su estilo un tanto pocho, de afirmar cosas sin justificarlas, Darío (me niego a escribir más veces su apellido) afirma que el amor no puede decirse, no puede definirse. Y lo liga con la última proposición del Tractatus de Wittgenstein: «Sobre lo que no se puede hablar se debe guardar silencio». Luego, por supuesto, no se calla. Señores...

Pero yo no estoy de acuerdo con que el amor sea inefable. Podría estar de acuerdo con que el lenguaje no agota el amor. ¡Pero es que el lenguaje no agota nada! Intenta explicar el dolor. O lo que sientes cuando te rascan la parte de la espalda que te pica. Ni siquiera agota las cosas: describir los objetos no es más que escoger ciertas cualidades a las que pensamos que nos estamos refiriendo con ciertos símbolos. Y ya si esperamos que quien nos escucha entienda lo mismo que nosotras...

Pero que el lenguaje no agote aquello que queremos decir no hace que las cosas sean inefables. Tampoco el amor. De hecho, creo que para algunas personas, en el amor, es importantísimo el lenguaje. Me cuento entre ellas.

Sí, los actos son fundamentales. Pero, ¿y las palabras? Creo que con eso de asumir que los actos son lo verdaderamente importante nos estamos olvidando de las palabras. Y nos cuesta decir el amor, pero no porque sea inefable sino porque no estamos acostumbrados, porque no se hace, y una especie de pudor absurdo se apodera de nosotras cuando tenemos que decire a un ser querido (creo que hasta ahora no había aclarado que no hablaba exclusivamente de amor en el sentido erótico) que le estamos muy agradecido por lo que ha hecho por nosotras, que apreciamos mucho su compañía, que nos alegramos mucho de sus triunfos, que su presencia en nuestra fiesta nos ha hecho muy felices o, en definitiva, que le queremos.

Cuesta, ¿verdad? Cuesta mucho menos decir «te quiero» que decir el amor, a pesar del drama estúpido de las ficciones románticas alrededor de ese momento. Imagino que porque ese «te quiero» se nos está desgastando un poco y, como decía Nietzsche, se parece cada vez más a una moneda que ha perdido su troquel y ya no sirve como dinero sino como metal. Pero decir «tu presencia hace mi vida mejor» cuesta. O decir «me has devuelto sueños que creía muertos». O «esto me dolería mucho más si tú no me estuvieras cogiendo la mano».

Y todo eso es decir el amor. Porque el amor se hace, se compone de actos, y esos actos pueden decirse, nombrarse, ponerse en valor, destacarlos del resto de las cosas mundanas. Y hace falta. Con frecuencia nos excusamos pensando que esa persona ya sabe que la queremos, ya sabe que es importante para nosotras. Pero nunca está de más. Nunca sobra. Y no hace daño, al contrario.

Si el sentimiento amoroso se parece al sentimiento religioso, que decirlo, nombralo, sea nuestra oración. Y si bien se puede rezar en silencio porque supuestamente Dios lo sabe todo, las personas que amamos no son Dios (aunque puedan ser mejores). Recémosles en voz alta, reconozcamos nuestro amor en voz alta. Al mundo no le va a venir mal un poco (o un mucho) más de amor.

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Comments
  1. Roquette — Jan 11, 2025:

    Me hubiese gustado decir más el amor a gente a la que ya no puedo. Quizás por eso se lo digo tanto a la gente a la que todavía puedo.

  2. jodidaperonosorprendidaJan 11, 2025:

    Lo que ya ha pasado no se puede remediar, pero oye, habría sido para nada si no hubiese sacado ese aprendizaje. ❤️