Aquí ando, umbría por la pena, cubierta del hollín de la apatía, incapaz de encontrar en los instantes que se tienden ante mí algo que me seduzca lo suficiente para levantarme y andar, parar resucitar de esta muerte en la que me siento hundida. Aquí ando, viviendo por costumbre, por inercia, porque la vida me lleva cuesta abajo y no soy capaz de echar la mano al freno. Todavía.
En esta pena me quedo sola y una, porque no hay quien pueda apenarse de mis champagne problems, de mis quejas desde el privilegio. Porque mi pena, aunque pesa, no parece tan seria, tan solemne, como las penas de otros, así que me arrastro por la vida con dos perros enganchados a la carne, royéndome el pecho: el más insistente, la pena; el más feroz, la culpa. Y mi pecho no consigue saciar a ninguno de ellos.
Por donde voy, la pena me acompaña. Tiñe mi mirada y mi sonrisa, mis palabras dulces, mis amables gestos. También mi rabia, que apenas es una queja cansada, prácticamente inaudible. Pronto no quedará nada que no haga con pena, porque la pena habrá permeado en mí como calan las humedades, destruyendo en silencio y con parsimonia, no dejando bueno hueso alguno.
Temo que no vaya a poder con ella, que la rendición o la derrota (tanto da, en este caso) son, a mi pesar, ya cosa hecha. No me cabe, en este asunto, un contrafáctico. Lo veo claro como el agua, lo único que veo claro en mi futuro: no podrá con la pena mi persona.
Entonces, ¿a qué viene tanto esfuerzo? ¿Qué sentido tiene intentarlo, mantener el corazón latiendo como si sirviese para algo? ¿A qué seguir andando si el rumbo queda lejos del alcance de mis fuerzas? Qué terrible absurdo esta vida...¡Cuánto penar para morirse una! 1
Miles de ánimos y abrazos si los necesitas. 8-(
Gracias 💜