Jodida, pero no sorprendida

Cuando digo que quiero ser rica...

... lo que quiero decir es que no quiero tener que trabajar para vivir.

Es así de llano. Porque realmente no hay un ápice de ostentación en mis sueños: no quiero una casa más grande (aunque un apartamentito en la costa sí me encantaría), no quiero tener ropa cara, o joyas, o zapatos de marca. No quiero cambiar la decoración ni hacer grandes viajes. Ni siquiera pienso, cuando digo que quiero ser rica, en tener trabajadores que me ayuden con las tareas del hogar, y mira que se me hacen bola y me siento inadecuada con ellas. No. Cuando digo que quiero ser rica en lo que pienso es en gestionar mi tiempo, en poder echar una tarde entera leyendo sin que pase nada ni se me trastoque ningún precario equilibrio espaciotemporal. En poder acostarme y levantarme a la hora que me lo pida el cuerpo. En definitiva, a vivir como suelo hacelo cuando estoy de vacaciones: sin reloj y sin prisa.

No necesito lujos, pero es que tampoco los quiero. Mi relación con el lujo es, en general, de aversión. Me recuerdo paseando por Versalles y pensando en qué horror, qué ostentación, qué excesivo todo. Lo mismo me pasó con la Place Vendôme y la Rue de la Paix, famosas por sus boutiques y joyerías y por los cochazos de gente rica de verdad, no como yo fantaseo, que para allí a comprar. Cuando fuimos a París pasamos por allí y yo, la verdad unimpressed. Al volver me recuerdo hablando con la madre de #ingeñero que refería esas zonas de la ciudad con fascinación y admiración. Pues a mí en el mejor de los casos me dan rabia y en el peor me hacen sentir inadecuada, insignificante, sobrante.

Soy sensible a la belleza: me encantan y me subyugan las cosas bonitas. Pero con el paso del tiempo me ha ido quedando claro que las cosas caras y las cosas bonitas no suelen coincidir (diría que cada vez lo hacen menos: tal vez la belleza sea un valor demasiado mainstream). E incluso cuando da la casualidad de que esa cosa carísima es bonita me cuesta disfrutarla. Supongo que no se me olvida que los que gozan de ese lujo lo hacen a costa de los que soñamos con vivir sin trabajar, si tenemos suerte, y a costa de los que sueñan que trabajar les permita vivir, si no la tienen. Y eso hace que me parezcan bastante más feas.

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