Antes de leer, para pensar un poco....
¿Te has sorprendido a veces haciendo «cálculos» a la hora de relacionarte con otra persona?
¿Qué crees que hay detrás de esas personas que, habiéndose amado mucho, se convierten en extraños?
¿Qué cosas (actitudes, miedos, prejuicios...) pueden boicotear una relación? ¿Cómo las evitamos?
Y ahora, el poema:
Ajedrez, de Rosario Castellanos
Porque éramos amigos y a ratos, nos amábamos,
quizá para añadir otro interés
a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de inteligencia.
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Pusimos un tablero enfrente
equitativo en piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.
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Aprendimos las reglas, les juramos respeto
y empezó la partida.
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Henos aquí hace un siglo, sentados,
meditando encarnizadamente
como dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable, y para siempre, al otro.
No soy yo el que hace tantos cálculos para la relación. Tantas reflexiones como planteas me sirven para no entrar en esas cavilaciones. Existe un trato, inicialmente, que surge a través de alguna circunstancia. Se arranca un camino en el que se comparte el compromiso de andar juntos. Ese transitar exige respeto mutuo por el cual no debemos tolerarnos daños recíprocos, por el que marchamos con un apego mutuo, por donde recorremos para cubrir propósitos conjuntos, por el que existe una ansia afectiva que motiva el proceso... En ese entregar, no se permiten actitudes aciagas, miedos posibles, recelos iniciales… El tiempo compartido en positivo, el espacio convivido debidamente y la consideración individual como atención personal son hitos de referencia en tal travesía. Hay, en definitiva, una confianza ajustada en mi yo frente a cualquier travesía que me hará desviarme de cualquier intruso porque es totalmente extraño a mí. Y que le echen distancias, mis alforjas ya llevan sustento para repartir.